viernes, 10 de agosto de 2012

Es cuestion de tener paciencia.

Cada vez nos cuesta más sonreír... sonreír espontáneo, real; muchos nos hemos enamorado de las sonrisas de los niños porque en ellas hay ternura y naturalidad, cosas que hace mucho no vemos en el propio rostro.

Aunque casi siempre depende de los pensamientos que ponemos dentro nuestro, si hay algo que podría influir en pequeña (pero algunas veces en gran) medida, son quienes nos rodean; uno se rodea de personas a quienes quiere, pero éstas personas van creciendo, cambiando, viviendo... A veces nos cuesta aceptar que a medida que avanzamos nuestro círculo puede ir cambiando un poco. En ciertas situaciones nos adentramos en caminos distintos, y el cambio está bien, pero dejarse rodear y nutrir por las personas que aparecen en los nuevos caminos, también.

Hay que notar que es uno mismo quién agrega la magia;  porque bien podemos ver el mundo como algo a nuestro servicio, o podemos verlo como un obsequio de la vida; lo que nos conecta con todos.

A veces es fácil perderse y avanzar únicamente en dirección a una meta, dejando descuidadas otras partes de nuestra vida que son también pilares fundamentales para nuestra felicidad; y entonces sentimos que nos convertimos en una masa con ojos y boca que se dedica a comer, dormir, trabajar, comprar... La buena noticia es que no es así, ¡tú sigues allí! ¡Tú puedes despertar todas esas cosas que se quedaron dormidas dentro de ti! Volverás a disfrutar plenamente y verás que son solo etapas, etapas de las que se va saliendo gracias a los pequeños recordatorios, a las pequeñas -grandes- pláticas; gracias a que escuchas a tu corazón.

Una pintura lo resumiría; todos al crecer podríamos oscurecer nuestros colores y convertirnos en una pintura en blanco y negro, pero olvidamos que se trata de elegir: elegir siempre color antes que la ausencia del mismo. Elegir empezar a actuar,
y así... crear una pintura ùnica, maravillosa, añorable.