Y así pasó que luego de que siempre buscaste un árbol que te diera cobijo, te guardara, te diera su sombra... dejaste de buscar; pensaste que la vida no era sobre eso y que quizá el árbol sólo existía en tu imaginación.
Y de pronto aquí está; recorres la pradera, la ves y estás extasiado con su grandeza y calidez... caminas y no sientes necesitar nada más; pero pronto, sin saber cómo ha llegado hasta allí, te paras junto a tu árbol; está allí. Desde que subiste a la cima estuvo detrás y no pudiste verlo, no pudiste notar que era él...
... pero estás allí, recostado sobre sus raíces; alcanzas a ver los rayos de ese sol pasar por sus ramas, por sus frescas hojas. Alzas tu mano y te atrevas a tocar su madera y te contectas, y no hay dudas... lo has encontrado.
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