No son los demás, eres tú. No es la perspectiva de los demás, es la tuya. Ante los ojos de nadie estás mal sino ante los tuyos; porque tienes que estar muy mal para siquiera detenerte a pensar en qué piensan los demás de ti. Eres tú y tu depresión. Eres tú y todas esas cosas que aún no haces, los viajes que pospusiste, las horas que permaneces sin hacer nada; eres tú que te encierras a escuchar tu música más deprimente; es tu alma la que está gritando desde dentro que no estás haciendo lo posible, que algo falta, y no precisamente es alguien más, el que falta eres tú.
No es que ellos te vean inferior, eres tú quien se inferioriza. Porque cuando tú quieres brillar, créeme, lo haces, y los demás resultan hasta ofendidos con tu luz. Porque cuando todo está bien dentro de ti, todo te sale perfecto, y el sol brilla un poco más, y los abrazos se disfrutan un poco más, y el simple hecho de ir a comer tacos te hace feliz.
No es que falte el abrazo de nadie, te falta tu propio abrazo, tu amor propio; quererte, velar por ti, querer hacerte el más feliz a ti mismo por primera vez en la vida.
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