¿No te cansa que de vez en cuando las nubes bajen y te rocen y te muestren su belleza y te hielen y te eleven y hagan contigo lo que quieren y después se van?
Bajan y suben. Bajan y suben y yo espero. Un día abrí mis ojos y estaba en esta torre, "me queda el consuelo de ver las montañas", me dije, pero ¡vamos! ¿acaso necesito engañarme a mí misma? ¿es que no es evidente que eres tú, que es a ti al que espero?
Apuesto mi vida a que esas montañas que alcanzan a ver mis ojos, las verían mejor mis brazos si en ellos te tengo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario